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El juicio no viene del este ni del oeste,
ni del desierto ni de las montañas:
El juicio proviene de mí, que soy Dios.
A unos humillo, y a otros enaltezco.
Ya el cáliz del juicio está en mi mano;
ya el vino mezclado se ha fermentado,
y yo, el Señor, estoy por derramarlo;
¡todos los impíos de la tierra lo beberán hasta el fondo!»

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